La cruz desnuda

La Cruz figura presente en el mensaje conformador de una nuclear catequesis cristológica, “quien no coja su cruz y me siga, no alcanzará la vida eterna”. La cruz y el crucificado se integran en la vida del niño, del adulto y del anciano, en el altar o en la procesión, emblemáticos espacios y lugares, dignos de ser santificados. Más cercana figura la cruz, próxima al corazón o embellecida en el cuello de muchos de los cofrades y devotos portadores de tan emblemático signo, dotado de innegable funcionalidad iniciática y docente como admitida y proyectada herencia para las jóvenes generaciones. 

Esta cruz desnuda, cubierta solamente con el sudario, simboliza la ausencia del cuerpo de Cristo, y apoyados sobre la cruz aun aparecen la lanza, la esponja y la escalera, símbolos de varias escenas de la Pasión. 

Es talla de madera que pacientemente ha sido decorada por las cofrades María Paz Prieto y María Paz Muñoz. Se incorporó a la Semana Santa en el sábado Santo de 1993, siempre acompañada por las señoras que forman esta Cofradía. Se encuentra al culto en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol.

Nuestra Señora de la Soledad

Solo María, la Madre, que desde antes del nacimiento de Jesús asumió la tarea de Corredentora, ha participado en el dolor de Hijo, sabiendo el fin por el que se producía. Por ello, la devoción popular y la iconografía la incluyeron en el sufrimiento pasional, e incluso en la soledad de Jesús, surgiendo la devoción de la “Virgen de la Soledad”. Dice la tradición y la devoción, que María, tras el entierro de Jesús, y hasta la Resurrección, se había recluido en una casa situada frente al Calvario, llevando en soledad el dolor pasional con el que se unía a la tarea redentora de su Hijo.

Y esta devoción, de tan fuerte arraigo popular, generó una iconografía que muestra a María con vestiduras de luto, de pie o arrodillada junto a la cruz, con rostro lloroso, haciendo hincapié en la soledad en la que estuvo en esos días, soledad que dio nombre a esta advocación.

La obra es una talla de 1,80 metros de altura, de pie, apoyada sobre la cruz desnuda, donde había muerto Cristo; su rostro lloroso, reflejando la amargura de su corazón, al tiempo que intenta mantener en silencio el gran dolor de su soledad. El autor de esta talla es el escultor D. Eduardo Capa Sacristán, que la realizó en el año 1958, saliendo en procesión con la Cofradía de las Damas de la Soledad, que había encargado la imagen, en ese mismo año.

Desde ese año nunca ha faltado a las procesiones de la Semana Santa abulense, desfilando en la noche del sábado Santo acompañada por sus Damas, que van ataviadas de riguroso luto, con la clásica mantilla española y el distintivo de su Cofradía. Desde su llegada a nuestra ciudad se encuentra al culto en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, sede de su Cofradía